8 de Junio de 2022 | De: Leslie Curtis
Categorías: Apoyo para la familia
En los últimos tres años, ha quedado claro que a nuestro hijo le encanta la música y arreglarse para ir a los bailes o a las fiestas de graduación. Conocimos su entusiasmo por los bailes cuando fue invitado por primera vez a la Noche para brillar (Night to Shine) de la Fundación Tim Tebow. Al principio, él odiaba el tener que ponerse un esmoquin. Pero muy pronto después quedó encantado con la idea de ponerse zapatos lustrosos e ir bien vestido a un baile.
Había asistido a tres o cuatro bailes de graduación entre los eventos de Night to Shine y los de Habilidades para la vida celebrados en su escuela. Por desgracia, todo se canceló durante la pandemia de COVID-19, y este era el último año de preparatoria de Jac.
A mí me encantan las fiestas, y a lo largo de los años hemos organizado todo tipo de eventos para nuestro hijo mayor, el hermano de Jac. Desde fiestas de los Boy Scouts hasta fiestas de la banda escolar, lo que se te ocurra, hemos hecho de todo. Excepto bailes. Nunca habíamos organizado ningún tipo de evento de baile.
Decidí que seguramente no sería tan difícil, así que empecé a planearlo. Comenzamos a decorar unas dos semanas antes del baile. Pensé que no podíamos equivocarnos poniendo montones de arcos de globos y luces alrededor de la pista de baile, y con la clásica decoración en negro, oro y plata.
Ordenamos charolas de comida, bebidas embotelladas y galletas, y enviamos invitaciones hechas a mano a los tres grupos de Habilidades para la vida de la escuela de Jac. Luego oramos para que asistieran algunos invitados.
Cuando llegó el momento de que empezara el baile, Jac decidió que no quería tener nada que ver con el evento. Sabía que estaba bien vestido, pero no podía entender por qué estaba sucio el piso, ya que sobre él habíamos espolvoreado confeti para que se viera festivo. Jac decidió que no iba a bailar. Tan solo quería echarse en el sillón y taparse la cabeza con una almohada.
Por fin, llegó un estudiante. Cuando prendimos las luces y pusimos música, Jac decidió bailar. El timbre de la casa sonó más veces y fueron entrando otros jovencitos. Antes de que se acabara la noche, teníamos un total de ocho asistentes, unos siete más de los que me había imaginado que llegarían en estos tiempos extraños de pandemia.
Me quedaría corta si dijera que esa noche fue mágica. Varias mamás se quedaron a platicar y nos hicimos amigas de inmediato. Algunas de ellas hasta se acercaron a la pista a bailar YMCA.
A un jovencito le gustaba mucho bailar en pareja y bailó toda la noche con todos, incluidos mi esposo y mi mamá. A las jovencitas, con sus hermosos vestidos y zapatos, les encantó bailar el baile de Cupido. Todos se fueron felices y sonrientes. Nunca en mi vida olvidaré esta noche por las sonrisas de todos y la magia de la música.
Este es un enlace a otras grandes historias de bailes de graduación.
Trabajar desde casa permite centrarse en las prioridades. Primero, soy cuidador y, segundo, soy todo lo demás.
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Incluso aunque haya pasado mucho tiempo, es importante que los cuidadores empiecen a cuidarse a sí mismos. Ponerme al corriente con mi atención médica y hacer cosas solo para mí me ha hecho sentirme más feliz y saludable.
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¿Quién fue el que dijo: “nada permanece, excepto el cambio”? Ojalá que esa persona pudiera decirnos cómo manejar los cambios a quienes no nos gustan los cambios, ni siquiera los que son buenos.
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