10 de Agosto de 2016 | De: Una mamá
Categorías: La educación y las escuelas
Tener un hijo que padece de desafíos conductuales severos puede ser agotador. La verdad es que la estructura y la consistencia necesarias ponen a prueba la paciencia de cualquier madre. Creo que esa ha sido una de las cosas más difíciles con las que he tenido que lidiar al tratarse de la condición de mi hijo. Aunque tanto el trastorno emocional como el TDAH (ADHD por sus siglas en inglés) son las razones principales por las cuales se comporta de esa manera, yo ahora sé y comprendo que la manera en que nosotros los padres respondemos al comportamiento de nuestro hijo y estructuramos su vida cotidiana es igual de importante o más.
En cuanto a estudios, tengo una maestría, y se puede decir que he tenido bastante éxito profesionalmente. Soy autora, conferencista motivacional y una experta en el campo de comunicación organizacional. Asesoro a organizaciones en diferentes partes del mundo y les ayudo en mejorar su nivel de desempeño. Sin embargo, en casa a menudo me siento incompetente, a veces siento que soy completamente incapaz y me siento abrumada.
Mi hijo empezó a presentar desafíos conductuales antes de siquiera poder caminar o hablar. Era agresivo, se irritaba fácilmente, estaba melindroso constantemente e inconsolable la mayor parte del tiempo. Yo estaba exhausta, deprimida y mi matrimonio se desmoronó.
Cuando Evan cumplió 18 meses de edad busque tratamiento para él. Participamos en el programa de intervención Bluebonnet Trails Early Childhood Intervention Program (Programa de intervención de primera infancia Bluebonnet Trails) sólo en inglés. Hemos estado en algún tipo de terapia u otra desde ese entonces. Evan va a cumplir 13 años en un par de meses.
Yo intenté implementar todo clase de alicientes y recompensas – desde usar una hoja para pegar calcomanías de recompensa hasta el darle monedas “al descubrir que hacía algo correcto” e incluso sobornarlo. Pero todos esos métodos no funcionaron por mucho tiempo y los desafíos conductuales continuaron presentándose. Finalmente un hospital de psiquiatría infantil admitió a Evan y estuvo internado por 2 meses y ahí aprendimos a crear un plan que funcionara. Evan sigue un sistema en el que adquiere puntos, el cual hemos ajustado a sus necesidades a través de los años conforme ha crecido.
Para poder lidiar con sus rabietas, berrinches y explosiones tuvimos que crear un plan de intervención conductual (BIP por sus siglas en inglés). Estoy segura que este término tiene varios significados para diferentes personas, para nuestra familia tener un plan significa que ya no reaccionamos a todo, constantemente. El padre de Evan y yo aprendimos que perdemos el control de la situación cada vez que reaccionamos. El plan nos provee una estrategia proactiva, y hacemos todo lo posible por ser consistentes. Esto ha ayudado mucho a Evan, así como también a la familia.
Esta es la manera en que funciona:
Cada tipo de conducta recibe una calificación durante el periodo de tiempo correspondiente – estas van cero puntos a 3 que significa “¡muy buena labor!”. Y Evan puede ganarse de 5 a 10 puntos extra si opta por tener una conducta estupenda. Durante el transcurso del día, Evan canjea sus puntos por privilegios, los cuales varían en el valor de puntos que tienen (como ver televisión, juegos de video, tiempo de ocio, tiempo para jugar con mamá, etc). Los privilegios no son un derecho, sino algo que se gana cuando ha acumulado suficientes puntos. De esta manera, Evan es quien elige y no está sujeto a lo que nosotros decidamos. Al fin del día, los puntos acumulados vencen. Descubrimos que no funciona sumarlos y guardarlos, ya que cuando acumulas 1,456, 876, ¡este plan pierde su objetivo!
Los planes de intervención conductual son tan variados como los niños que podrían usarlos. Para nuestra familia, lo que ha funcionado, es ser consistente al implementar este sistema ya que nos ayuda a todos, tanto a nosotros como a Evan, a ver claramente cuáles son las expectativas. Aún cuando es difícil ignorar todos los demás desafíos conductuales, necesitamos olvidarlos y enfocarnos únicamente en los 3 principales que deseamos medir. En estos casos es muy importante elegir qué batallas estás dispuesta a enfrentar.
La lección más importante que aprendimos (y una de las más difíciles) es reconocer que el ser “imperturbable” es sumamente importante, ya que es fácil sentirse frustrada y perder los estribos. Quizás es lo que desea Evan subconscientemente. Pero nosotros mantenemos una voz que no varíe de tono y una actitud tranquila.
Lo que realmente es clave, más que nada, es tener una estructura y ser consistente. Yo no soy una persona de mucha estructura, pero sin embargo he aprendido que apegarme y seguir este plan me ayuda tanto a mí, como a Evan, a manejar su conducta. Honestamente, puede ser agotador; por eso también he aprendido sobre lo importante que es el tomarme un descanso y conseguir servicios de atención de relevo regularmente.
En lo que sigo este proceso, también sé cuán importante es celebrar los buenos momentos. Muchas veces estos días son pocos y los buenos momentos suceden muy de vez en cuando, pero sea como sea, es muy importante reconocerlos cuando se presentan.
Si hay un consejo que deseo compartir con otros padres de familia, es que deben buscar y dar reconocimiento a las victorias que se presenten, hasta las más insignificantes. Hay días en los que Evan se esmera en mantener todo en orden, y a veces es fácil pasar de por alto su esfuerzo y seguir adelante en lugar de detenerse para apreciarlo.
La semana pasada, Evan tuvo un día muy difícil. Llego a la casa, me pidió que lo abrazara y me dijo, “mamá, no te preocupes, esto va a ser solo una oportunidad más para aprender”. Esos son los momentos en los que mi corazón palpita más fuerte y una gran sonrisa me sobre toma. Esos son los momentos que saboreo y no dejo pasar de largo. Lo interesante es que, cuando saboreas estos momentos, empiezas a descubrir más.
Es muy fácil caer en la trampa de buscar conducta negativa. Cuando sólo piensas o te enfocas en eso, también lo descubres más.
Evan tiene 12 años de edad, y está mejor que nunca. Si, aún tenemos momentos que nos desafían, pero tener un plan nos ayuda a mantenernos encarrilados.
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