12 de Marzo de 2019 | De: Cindi Paschall
Categorías: Apoyo para la familia, Transición a la edad adulta
Se dice que la mejor forma de predecir el futuro es creándolo. ¿Has pensado en lo que el futuro le depara a tu hijo? ¿Dónde vivirá tu hijo? ¿Dónde trabajará? ¿Qué hará en su tiempo libre? ¿Con quién se relacionará? ¿Tienes la información suficiente para tomar decisiones informadas? ¿Necesitas aprender más?
Pensar en el futuro puede ser difícil. En realidad, a la mayoría de las personas les inquieta pensar en lo que les depara el futuro a sus hijos. Así nos sentíamos yo y mi familia. Nos dijeron acerca de actividades y programas segregados. Visité todos estos lugares. Rápidamente se convirtieron en mi mayor miedo.
No quería que mi hija tuviera una vida segregada. Quería que viviera la vida según como ella la definiera. Quería que su educación la recibiera junto con sus compañeras y vecinas. Quería que viviera en donde ella quisiera y con quien ella quisiera. Quería que participara en actividades que ella disfrutara. Quería que tuviera amigos.
Quería que trabajara en algo que complementara sus habilidades e intereses y quería que al menos le pagaran el salario mínimo. Sabía que no podía esperarme hasta que ella tomara esas decisiones.
No me tomó mucho tiempo darme cuenta de que tenía que expandir mi conocimiento para poder lograr la visión que tenía. Mi camino era largo y de subida. Requería que cambiara por completo mi forma de pensar. El crear un plan centrado en la persona y revisarlo seguido me ayudó a darle forma y hacerle los cambios necesarios.
No volví a ver a mi hija como incapaz de hacer las cosas. En lugar de eso me enfoqué en lo que quería, en sus habilidades e intereses. Aprendí el valor de tomar riesgos calculados. Y estaba equipada con información, opciones y un plan.
Ahora necesito que los demás vean a mi hija como yo lo hago. Necesitaba que vieran cuál era su papel para poder hacer esta visión una realidad. Sabía que esto requería un cambio. Y necesitaba que el cambio se viera como una cosa buena. Eso no pasó, y cuando menos me lo esperaba ya me había convertido en “esa mamá” que abogaba por su hijo.
¿Fue fácil? ¡NO! ¿Valió la pena? ¡Si!
Al mirar atrás doy gracias por los problemas que pasé. Sin ellos nuestras vidas se verían muy diferentes el día de hoy. La frase “uno no sabe lo que no sabe” evoca la pregunta, “¿pero que tan importante es que uno aprenda lo que no sabe?” Mi respuesta: Para una persona con discapacidad puede tener un gran impacto en su vida.
El crecimiento personal y el abogar por tu hijo es una parte natural de ser padre. No tengas miedo de tratar cosas diferentes. El futuro de tu hijo depende de eso.
Hay muchas organizaciones que te pueden ayudar a aboga por tu hijo. Usa la palabra abogacía en la barra de búsqueda también puedes buscar servicios, grupos y eventos en tu área.
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