17 de Junio de 2018 | De: Jennifer Johnson Cindi Paschall
Categorías: Apoyo para la familia
Mi hijo mayor tiene parálisis cerebral. Entiendo eso. Hemos aprendido como navegar por la vida utilizando una silla de ruedas.
Mi hijo menor, quien es adoptado, tiene un diagnóstico de disturbio emocional. Él llegó a nuestras vidas cuando tenía 3 años y medio. Simplemente pensé que tenía dificultades con los límites. Pensé que una vez que tuviéramos una rutina las cosas mejorarían.
Pero las cosas no mejoraron. Cuando tenía cinco años, nos pidieron que no lo volviéramos a llevar al prescolar. Esa fue la semana antes de Acción de Gracias. Fue suspendido del kínder el cuarto día de clases. Fue entonces cuando supe que algo no estaba bien. Aprender a manejar a un niño con un trauma tan extenso es una de las cosas más difíciles que he hecho.
Cuando fue suspendido, decidimos ponerlo en un programa de hospitalización parcial. Estuvo allí durante 12 días, durante el horario escolar normal. Durante ese tiempo, se le diagnosticó ansiedad, trastorno de déficit de atención e hiperactividad y trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo.
Los primeros tres años de la vida son tan críticos para el desarrollo del cerebro. Desafortunadamente, no recibió la educación que necesitaba su pequeño cuerpo. Él ahora estaba lidiando con cuestiones de abandono y negligencia.
Ahora él tiene 8 años. A medida que crece, su ira parece empeorar. Él puede destrozar una habitación en muy poco tiempo. Ahora estamos trabajando con problemas de fuga. Tengo miedo de que se lastime a sí mismo o a alguien más. Nuestra casa parece un campo de batalla.
Él está tomando medicamentos para el trastorno de déficit de atención e hiperactividad. Él también está tomando un estabilizador de humor. Él va a consejería una vez a la semana. Creo que la consejería está ayudando. Definitivamente me está ayudando a aprender cómo ayudarlo. Pero es agotador.
Su pequeño corazón está tan roto. Él siente tanto dolor. Vive su vida en un constante estado de lucha o escape.
Nuestros corazones también están rotos. Toda nuestra familia está sufriendo. A veces siento que solo estamos sobre un terreno incierto. Todos tratamos de sobrevivir.
Algunos días puedo ver la luz al final del túnel. Otros días, esa luz es un tren que se dirige directamente hacia mí. Pero no me rendiré. Seguiré luchando. Seguiré tratando de aprender maneras de ayudarlo.
Si tienes un hijo con un disturbio emocional, no estás solo. Estoy aquí. Y estoy luchando contigo.
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