7 de Febrero de 2018 | De: Kelly Mastin
Categorías: Apoyo para la familia
Ella era una mamá joven con una personalidad de mando. En ese momento se estaba encargando de la cita de su niño y al mismo tiempo hablaba por teléfono con la compañía de seguros. Hablaba en frases rápidas y cortas haciendo malabares entre su bolsa y la pañalera.
Yo estaba en el mismo consultorio para una cita que tenía mi hija –no estaba de humor. Andaba un poco mal humorada y no tenía ganas de hablar con nadie. Probablemente me daba lastima por mí misma el tener que estar en esta clínica… una vez más. No quería ni hablar ni hacer contacto con nadie.
Sin embargo, podía escuchar a esta mamá batallando con la compañía de seguros. Ya le había hecho saber al representante lo que quería. Ya le había repetido las palabras que la agencia de salud le había dicho y había preguntado lo que tenía que preguntar.
Era claro que el representante de seguros no conocía los términos que ella estaba usando, pero ella no conocía otras palabras para poder replantar la pregunta. La verdad era que ni siquiera estaba segura de lo que estaba pidiendo.
Yo si sabía lo que estaba tratando de pedir. Yo conocía qué lenguaje podía usar para que el representante supiera lo que quería. Pero no quería ayudar. Ya había decidido que no iba a voltear ver a nadie, mucho menos hablarles.
Trate de controlar la necesidad de ayudarle. Pero seguía atrapada. Necesitaba que el agente de seguros la ayudara. No me pude controlar más. Pase por alto mi mal humor. Fui en contra de mi propia decisión de mantenerme alejada y alcé la voz.
“¿Te puedo ayudar un poco?” le pregunté a la mamá joven.
Inmediatamente estuvo de acuerdo. Me vio con mi hija, su silla de ruedas y el resto de su equipo. Sabía que yo llevaba más tiempo recorrido pero que las dos íbamos por el mismo camino. Ella sabía que éramos familia.
Rápidamente le dije que clase de lenguaje usara cuando hablara con la compañía de seguros. Le dije lo que significaba y que era exactamente lo que estaba pidiendo.
Ella estaba muy agradecida. Me hizo unas cuantas preguntas más. Se interesó mucho en mi hija y en nuestra historia. Necesitaba saber acerca de nuestro seguro y los beneficios. Le encantaba hablar de los doctores y su cuidado.
Le pude decir que estaba haciendo un buen trabajo. La pude animar a seguir adelante en su papel como mamá y como defensora.
Fue algo fácil. Fue una inversión rápida en la vida de un extraño… un extraño y al mismo tiempo, un familiar. Fue un buen recordatorio para mí de estar atenta y preocuparme por los demás.
Éramos dos mamás en un viaje similar. Nuestros caminos se juntaron por solo un momento….
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Trabajar desde casa permite centrarse en las prioridades. Primero, soy cuidador y, segundo, soy todo lo demás.
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Incluso aunque haya pasado mucho tiempo, es importante que los cuidadores empiecen a cuidarse a sí mismos. Ponerme al corriente con mi atención médica y hacer cosas solo para mí me ha hecho sentirme más feliz y saludable.
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¿Quién fue el que dijo: “nada permanece, excepto el cambio”? Ojalá que esa persona pudiera decirnos cómo manejar los cambios a quienes no nos gustan los cambios, ni siquiera los que son buenos.
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