5 de Junio de 2018 | De: Becky Tarwater
Categorías: Apoyo para la familia
Cuando empezó nuestra travesía como padres, nos dijeron a Rick y a mí que el 90% de los matrimonios que tienen un niño con discapacidad termina en divorcio. Es una estadística que siempre ha estado en nuestra mente. Nos tocó ver a muchos de nuestros amigos integrarse a esa estadística.
Unos matrimonios tras otro fracasaban. Algunas veces el esposo era el que se iba. Otras veces era la esposa la que ya no podía soportar más. Algunos logran poner sus diferencias de lado y comparten la crianza de sus hijos. Otros pasan dificultades siendo padres solteros, cuidando de sus niños con discapacidades solos. Viendo la perdida de tantos matrimonios, tomamos la decisión de que no importara lo que pasara nos quedaríamos juntos.
Cuidar de tres niños con discapacidad no era fácil. No había suficientes horas en el día para satisfacer sus necesidades y mantener nuestro matrimonio como una prioridad. Nos dimos cuenta que ya no tendríamos nuestros viajes románticos. Nuestras salidas serian pocas y más retiradas cada vez. Teníamos que encontrar oportunidades para pasar tiempo juntos como pareja.
Dos organizaciones no lucrativas se convirtieron en la salvación de nuestro matrimonio. Respite Care of San Antonio ofrecen cuidado de los niños para que las parejas puedan salir y disfrutar una tarde solos. Podíamos pasar la tarde sentados frente a frente en una mesa, comiendo y platicando.
También nos pusimos en contacto con Camp CAMP. Ellos también ofrecen cuidado de niños. Teníamos que manejar entre 20 y 30 millas en la hora pico de San Antonio para que los niños pudieran asistir. Pero valía la pena tener esas 2 o 3 horas para reconectarnos.
Una vez al año, Ryan asistía al campamento de Camp CAMP por una semana. Cuando Katelyn cumplió 6 años empezó a asistir al campamento de hermanos que se llevaba a cabo al mismo tiempo. Finalmente, Rick y yo empezamos a pasar una semana solos como pareja.
El primer año nos fuimos a la costa por unas cuantas semanas. Llegamos al hotel y nos fuimos a cenar. Cuando regresamos al cuarto había un mensaje para nosotros. Si era una llamada del campamento. Ryan estaba muy enfermo. Necesitábamos regresar.
Cuando regresamos Ryan ya estaba bien. Pero aprendimos una importante lección. No podíamos retirarnos más de una hora de distancia.
Después de que Ryan falleció, nos volvieron a decir que el 90% de los matrimonios fallan. Nosotros seguimos con la determinación de estar juntos. Ya tenemos 41 años de casados. El año pasado nos quedamos ya solos en casa. ¡Nos encanta!
Aun cuando hemos llegado muy lejos, nunca nos subestimamos uno al otro. Sabemos que la comunicación es clave. También sabemos que somos demasiado tercos para darnos por vencidos.
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