18 de Diciembre de 2017 | De: Jennifer Jordan
Categorías: Apoyo para la familia
Es oficial. ¡Soy la madre de un jugador de “tee ball”! Puse mis miedos a un lado e inscribí a Wade para jugar “tee ball” en la liga infantil local. Lo inscribí en línea sin decir nada acerca de su discapacidad. Cuando el entrenador llamó, le dije que Wade usa una silla de ruedas y un equipo de comunicación. Le indiqué que mi única expectativa era que Wade se divirtiera y estuviera cerca de niños de su edad en su comunidad. Le expliqué que realmente no sabía que iba a resultar de esto pero que todos juntos lo íbamos a descubrir a lo largo del camino. Después de todo, es simplemente “tee-ball”, ¿verdad?
A medida que nos dirigíamos a una de las prácticas, me pregunté nerviosamente en qué nos habíamos metido. ¡Esto puede ser solo “tee-ball”, pero estos chicos tenían bolsas de bates, tacos y cascos! Mi mamá, mi esposo, Curtis y yo cautelosamente caminamos a donde se encontraba el equipo, mientras le explicábamos a Wade lo que estaba ocurriendo. Él agitaba la cabeza comunicando “no”. Me cuestioné mi decisión y me pregunté si esto había sido un error.
Mientras estábamos allí tratando de descubrir que hacer después, Curtis se dio cuenta que conocía a uno de los padres. ¡Gracias a Dios! Bajó un poco la tensión.
Pasamos los próximos 30 minutos practicando golpear la pelota. Esa era la parte fácil. No tomó mucho improvisar el descubrir cómo hacer que el batear funcionara. También hicimos una nota para traer su andador la próxima semana para que lo pudiera utilizar de manera que pueda estar de pie mientras batea.
La parte creativa vino cuando el equipo comenzó a practicar en el campo. El entrenador lanzaría pelotas por el suelo a cada niño, y ellos la detendrían y se la lanzarían al asistente del entrenador. Al poco tiempo, decidimos que otro niño tomaría un turno con Wade fuera del campo.
Cuando el entrenador lanzó la bola, Curtis empujaría a Wade y detendría la pelota con su silla de ruedas. Luego, el otro niño pequeño obtendría la pelota y la lanzaría al asistente del entrenador. ¡Funcionaba a las mil maravillas! Wade continuaba diciendo, “otra vez, otra vez”. Era tan emocionante ver cuánto disfrutaba estar ahí.
Curtis lo ayudó a jugar atrapando la pelota con otro niño más. Curtis pondría la pelota en la mano de Wade, luego movería su brazo en un movimiento de lanzamiento. El otro niño atraparía la pelota, luego se la lanzaría nuevamente a Wade. Luego de unas cuantas veces, Wade estaba agarrando la pelota por sí mismo y Curtis lo estaba ayudando a lanzar la pelota moviendo su brazo. ¡Wade estaba lazando por sí mismo! ¡Nada como la terapia a través del juego!
Al final de la práctica, tomamos unos minutos para platicarle a otros padres un poco acerca de Wade. También le explicamos que apreciábamos cualquier idea acerca de cómo hacer que esto funcione para todos en el equipo mientras también expresaba que no me ofendía fácilmente con las preguntas que pudieran hacerme. Tanto niños como adultos son muy curiosos y prefiero ser honesta en todo sentido en vez de tener a todos preguntándose que estamos haciendo.
Estaba tan aliviada porque Wade era aceptado. Pero más que nada, estaba encantada porque Wade estaba divirtiéndose y disfrutando de jugar con otros niños.
No pedimos permiso, pero nos aseguramos que todos conocieran y entendieran nuestras expectativas. ¡Dar el primer paso ciertamente puede causar un poco de ansiedad, pero a largo plazo, el tener niños con y sin discapacidades jugando juntos es de beneficio para todas las partes!
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