22 de Agosto de 2016 | De: Kelly Mastin
Categorías: Apoyo para la familia, La educación y las escuelas
Mi hija anunció que quería ir al baile de la escuela secundaria. Era el baile del día de San Valentín.
Su hermano, dos años mayor que ella, expresó que los bailes escolares eran “malos” y su hermana pequeña no debería asistir. Había muchas otras razones por las cuales ella no podría asistir. ¿Qué ropa usaría? ¿Habría alguien que la acompañaría? ¿Quién la asistiría en el baile? ¿Y si cae a los pies de las personas en el auditorio oscuro? ¿Los ruidos y las luces le causarían una convulsión?
Pero había una razón importante por la cual ella debería asistir: ella quería hacerlo. A ella le gusta la música y le encanta bailar. Como toda niña de la escuela, mi hija quería ir al Baile del Día de San Valentín.
Así que hicimos planes.
Me puse en contacto con la escuela para saber qué necesitaba hacer para que alguien fuera con ella al baile. Las reglas de la escuela eran que solamente los niños de la escuela podían venir al baile.
No escuela no dudo en cooperar. Ellos sabían que mi hija necesitaría apoyo para asistir así que comenzaron a razonar en la forma en que podían ayudarla. Se decidió que asistiría una joven amiga de la familia (en sus 20 años) asistiría al baile con mi hija (mucho mejor que asistiera la mamá). Su sistema de apoyo estaba en su lugar.
El día del baile, mi hija estaba teniendo un mal momento al realizar su trabajo escolar, pruebas y tareas (al igual que todos los estudiantes), ya que estaba emocionada con la gran noche que le esperaba.
Después de la escuela, mi hija tuvo una cena temprana. Ella eligió su atuendo. Ella escogió los zapatos. La ayudamos a vestirse. Dialogamos acerca del estilo de cabello que luciría mejor en ella. Y la peinamos mientras ella se miraba en el espejo.
Cuando llegó el momento de irnos para el baile, ella miró su reflejo y comentó lo hermosa que estaba. Y todas las demás chicas que se dirigían al baile hicieron lo mismo.
El baile fue un éxito. Ella bailó toda la noche y usó los collares fluorescentes que le dieron en la entrada. Las luces en su silla de ruedas añadieron el glamur.
Al final de la noche, cuando las luces se encendieron y el baile terminó, ella deseaba más tiempo para bailar, cantar y disfrutar de la noche. Y todas las demás chicas en el baile deseaban exactamente lo mismo.
Mi chica tiene recuerdos de su primer gran baile de escuela secundaria. Y ella está deseando que llegue el próximo baile de la misma manera que lo desean las otras niñas que asistieron al baile.
A veces como padres, tenemos que asumir el riesgo y dejar que nuestro hijo haga algo que pensamos que podría lastimarlos - ya sea física o emocionalmente. El artículo a continuación me ayudó a decidir si valía la pena el riesgo.
Puedes encontrar consejos adicionales sobre crianza en Avancemos Juntos Texas – Cómo manejar tu vida diaria- criando niños con discapacidades.
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Una de mis frases favoritas es, “hay dos regalos que debemos dar a nuestros hijos: uno son las raíces y el otro las alas". Como madre, no podría estar más de acuerdo. Nuestros hijos necesitan raíces para crecer y alas para elevarse.
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