November 17, 2020 | De: Marty Barnes
Categorías: Apoyo para la familia
Hablo mucho del Desorden Post Traumático de Estrés (PTSD por sus siglas en inglés) y de cómo es tan real para familias después de vivir una situación traumatica con su hijo. Los primeros 2 meses de la vida de Casey los pasamos en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (NICU por sus siglas en inglés) y nos dijeron día tras día que ella no sobreviviría.
Cuando llegamos a casa, no teníamos apoyo. Mi esposo y yo hicimos equipo manteniéndola viva. No hicimos otra cosa. Solo nos encargábamos de mantener sus vías respiratorias libres y vivir día a día.
La gente me preguntaba acerca de su nacimiento, y cada vez que contaba su historia era como si la estuviera reviviendo. Podía oler los jugos que las enfermeras me traían a la sala de lactancia. Podía oír todas las alarmas apagarse. Cada vez, lo revivía. Y cada vez, rompía en llanto antes de llegar a la mitad de la historia. Fue hasta el segundo año que descubrí que estaba viviendo PTSD.
Cuando finalmente supe lo que estaba pasando conmigo, fui capaz de trabajar con ello. Ahora puedo contar la historia del nacimiento de Casey así como también puedo contar todas las historias buenas y malas que sucedieron los siguientes 10 años. He aprendido a permitirme ser emocional de vez en cuando. Pero también a reconocer cuando estoy en un estado muy frágil para ir allí.
En esos días frágiles, he aprendido a salirme de mi misma y contar la historia. Pero es como si estuviera contando la historia de alguien más, no la mía. Separo mis propias emociones y simplemente me sobrepongo a ellas esos días. En la mayor parte del tiempo, sin embargo, he tratado con los demonios y soy capaz de sentir tristeza sin quedarme en las tinieblas otra vez.
Han pasado más de 3 años desde que Casey murió, y 13 desde que nació. Y hoy, fui golpeada justo en la cara con una ola de PTSD que nunca vi venir. Estoy en la escuela de enfermería y acabo de terminar la rotación de Obstetricia. Tuve que ir al hospital para mis evaluaciones de rotación y caminé a través del estacionamiento techado por el que he pasado en múltiples ocasiones en las semanas previas.
Había algo muy diferente cuando lo cruce hoy. Estaba una mamá sentada en una silla de ruedas con su bebé en el asiento infantil/carriola a un lado de ella esperando a su familia para que los recogiera y los llevara a casa. Esto es visto usualmente como un momento realmente feliz. Pero para mí, esto es todo menos felicidad.
Instantáneamente, fui llevada al día que me enviaron a casa sin Casey. Igualmente me senté en la silla, justo como esa mamá, esperando a mi esposo que llegara con el coche. Mientras estaba sentada, vi a una mamá feliz y un bebé subirse al carro e irse.
Sentí como si me hubieran pateado en el estómago al ser llevada ahí tan abruptamente. Todo el dolor que sentí cuando me fui del hospital mientras mi bebé seguía en el NICU. Todo el celo que tuve hacia las otras mamás que pudieron llevarse a sus bebés sanos a su casa.
Todo el miedo que sentí al no saber si mi bebé estaría bien la siguiente hora antes de que pudiera llegar otra vez a su lado. Todo regresó precipitadamente. Tuve que pasar por el estacionamiento lo más rápido que pude para no romper en llanto ahí en ese momento. Una vez adentro del edificio, tuve que tomar un minuto para recuperarme.
¿Cómo rayos esto me tomó por sorpresa 13 años después? Nunca lo veo venir, lo que lo hace mucho peor. Afortunadamente, estos ataques no pasan tan seguido como me pasaban antes. Pero cuando llegan, no son menos difíciles.
Lee los muchos artículos e ideas que Marty ha compartido en este tema y muchos otros. También este artículo ofrece información acerca de Cuando tienes que dejar el hospital antes que tu bebé.
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