20 de Agosto de 2017 | De: Becky Tarwater
Categorías: Apoyo para la familia
La llamada llegó el viernes antes de Labor Day. Después de años de esperar, orar y más espera, la encargada de nuestro caso de adopción nos llamó. “hay un bebé de 2 meses. Está en un pueblo fuera de Mintroso, Colorado. ¡Queríamos saber si querían ver su archivo” ¡Un niño, mi primer niño!!
Recibir esa llamada cambio la vida de mi esposo Rick y la mía. Ser padres de un día para otro puede ser muy abrumador. De pronto nos convertimos en padres. Fue un fin de semana muy agitado, comprar una cuna, un asiento para el carro, ropa para traerlo a la casa –y mucho llanto y muchas rías que terminaron en un largo viaje entre las montañas el cual nos llevaría a ver a nuestro niño por primera vez.
La mañana siguiente llegamos lo más pronto posible. Nos encontramos con la encargada de nuestro caso y después nos fuimos al albergue. Esto era real. Él bebe era hermoso. Le dijimos que su nombre era Ryan. Cuando nos escuchó, sonrió y así supimos que aprobaba su nombre. Así que agarramos una pequeña lista de recomendaciones de la persona encargada, lo pusimos en el carro y empezamos nuestro viaje como familia.
Empezábamos apenas a tomarnos un respiro después de llegar a la casa, cuando empecé a preocuparme por Ryan. Era difícil vestirlo porque sus brazos y piernas estaban rígidas. También tenía dificultad tomando biberón o mantener su cabeza derecha. Todas las visitas con el pediatra terminaban asegurándome que Ryan estaba bien. Empecé a notar que nuestros amigos nos preguntaban discretamente sobre su desarrollo, pero yo siempre repetía que su pediatra nos aseguraba que estaba bien. ¿Descarte otras preocupaciones que tenía porque no me podía permitir seguir en el camino de “y que tal si tiene esto?”
El día que fuimos a su revisión de 6 meses me dieron una lista de hitos o metas de esa edad. Ryan todavía no sostenía su cabeza, no podía llevarse nada a la boca, tenía dificultad enfocando la mirada, no podía agarrar juguetes, y no estaba rodando en la cama o tratando de gatear. Le regrese la lista casi en blanco al pediatra. Ryan y yo nos sentamos ahí solos por un rato hasta que regreso el doctor. Tenía tanto miedo. Estaba segura que el doctor estaba listo para cambiar nuestras vidas para siempre, estaba aterrorizada de lo que iba a escuchar.
El pediatra eventualmente regresó al cuarto. Después se volvió a salir y volvió a regresar. Todo sin decir una sola palabra. Después de la tercera vez, le pregunte que estaba mal con mi bebé. Con la mano en la perilla de la puerta volteó y me dijo, “creo que tiene parálisis cerebral” y después se fue.
Finalmente regresó con información acerca de Denver Childrens Hospital, y con el número de teléfono para hacer una cita para obtener el diagnostico. Yo estaba muy impresionada con la noticia. Me sentía sin esperanzas, inútil y paralizada.
No sabía a donde voltear. Teníamos tantas preguntas y muy pocas respuestas. Estábamos empezando un viaje en el cual no sabíamos a dónde íbamos, entrando al mundo de la discapacidad, abogacía y la crianza de Ryan. Queríamos una guía para empezar a aprender acerca de nuestro nuevo mundo y estábamos determinados a encontrar la ayuda que necesitábamos.
Me fui a mi casa a darle la noticia a mi esposo.
La parte 2 de este articulo será publicada aproximadamente en un mes.
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