11 de Febrero de 2020 | De: Marty Barnes
Categorías: Apoyo para la familia
Cuando comparto historias de mi hija Casey, siempre menciono como el convertirme en mamá me cambio para siempre. Uno del cambio más grandes, y absolutamente positive, fueron mis prioridades.
Antes de tener a Casey era muy materialista. Mi meta era comprar una gran casa lujosa y llenarla de cosas caras, hacer viajes alrededor del mundo y convertirme en una alta ejecutiva en mi compañía.
Como todas las parejas, mi esposo y yo teníamos discusiones acerca de quien tiraría la basura, o quien había dejado los calcetines tirados o de no haber cargado el teléfono. En ocasiones teníamos discusiones muy fuertes acerca de cosas muy simples.
Casey odiaba que la gente discutiera o gritara. El enojarse le ocasionaba complicaciones físicas en las vías respiratorias. Así que tratamos de no hacerla enojar. Tuvimos que aprender a tener desacuerdos y discutir de formas diferentes. No había más gritos porque no se hubieran lavado los trastes.
También teníamos que dividir nuestro tiempo. Yo dejé de trabajar para quedarme en casa a cuidar de Casey. Uno de nosotros tenía que estar al pendiente de ella en todo momento. Entre succionarla y el resto de los retos que enfrentábamos tuvimos que reenfocar nuestro tiempo.
Si uno de nosotros tenía un minute para sacar la basura, o lavar los trastes, simplemente lo hacía. Ya no nos peleábamos por ello. Trabajábamos en equipo para hacer todo lo que se tenía que hacer para cuidar de nuestra hija.
Nos dimos cuenta que esos pequeños argumentos realmente no importaban. Si no se lavaban los trastes, ¿qué importaba? Estarían ahí cuando tuviéramos tiempo.
No solo mi esposo y yo dejamos de pelearnos, sino que apreciábamos lo que hacíamos el uno por el otro. Claro todavía teníamos discusiones ocasionales, incluso algunas peleas, pero era muy poco común. Nuestra actitud acerca de todo había cambiado.
Dado que ya no estaba trabajando, mi meta de dominación corporativa llegó a su fin. Aprendí que una casa llena de amor y felicidad es mucho más valiosa que una llena de ropa y muebles caros. ¿Y esas vacaciones con las que soñaba? Fueron remplazadas por cualquier lugar y ocasión en la estuviéramos juntos creando recuerdos.
Las lecciones que nos enseñó Casey siguen estando presentes. Ella se nos fue hace más de tres años y seguimos valorando el tiempo juntos, el amor y la felicidad por encima de las cosas materiales. Seguimos trabajando duro para apreciar lo que hacemos el uno por el otro. Las cosas que pensaba que eran las más importantes están completamente fuera de mi radar hoy en día.
No se trata de tener cosas, se trata de tener amor.
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