10 de Agosto de 2016 | De: Beth Coke
Categorías: Apoyo para la familia
No soy la mejor en disciplina. De hecho, soy fácil de convencer. Con que me pongan “ojos de perrito” y un “perdón” bien usado con voz dulce, son más que suficientes.
Cuando nacieron mis gemelos, lo menos que me preocupaba era la disciplina. Estaba preocupada por sobrevivir el día a día. Pero llega el momento en que todo está tranquilo (cuan tranquila tu vida puede ser) cuando la pregunta sobre disciplina te demanda una respuesta.
Hay unas cuantas definiciones de disciplina, pero para mí es la práctica que adiestra personas para obedecer reglas o códigos de conducta. No se trata de castigos.
Pronto, conocí a otra mamá la cual tenía una hija con parálisis cerebral como mi hija. Estaba tan emocionada por dialogar con alguien que hubiera estado donde yo y hecho lo que yo. Estaba ansiosa por conocer a su hija y quizás ver lo que me deparaba el futuro.
El poco tiempo que ella pasó en mi casa me abrió los ojos. Su hija la lastimó jalándole el pelo, sacándole las cosas de la cartera, pegándole, pateándola, hasta trató de morderla. Y parecía ser un comportamiento aceptado. No había ningún esfuerzo en corregirla.
Quizás hay cosas que la niña no entendía, pero entendía donde estaban las golosinas en la bolsa de mamá y cómo sacarla de ahí. Ella entendía todo lo que oía y me hizo cuestionar si alguien le había ensenado el significado de “no” y la diferencia que hubiera hecho en su vida. Entonces surgió esa pregunta sobre la disciplina otra vez.
Puedo entender que te culpes por lo que le pasó a tu hijo. Yo misma me culpo cada día. Mi esposo e innumerables doctores me han dicho que no es mi culpa, pero tenía un solo trabajo: traer a mis hijos a salvo y mi cuerpo le falló a todos nosotros. Pienso que es verdaderamente algo que solamente una madre puede entender.
Y entiendo que por culparme a mí misma, también tengo que “recompensar” a mi hija. Así, dejándola hacer lo que quiera parece ser lo más natural.
El problema viene cuando ella tiene que tratar con otros. Si bien una parte de mí quiere tolerar muchas cosas de cómo mis hijos pueden tratarme, no puedo dejar tratar que lastimen a otros. Si apruebo que mi hija me trate mal, entonces también estoy condonando el comportamiento hacia los demás.
Su hermana mayor no hizo nada malo, entonces porque debería permitir ser mordida o golpeada. Su asistente, maestro, doctor, terapeuta, etc. no hicieron nada para merecer ser atacados.
Otros padres de niños con discapacidades me dicen que soy estricta al disciplinar a mi hija. Otros me preguntan cómo y por qué lo hago. Lo hago por la madre que vino a mi casa y por los padres que no pueden disciplinar. Por mi niño que necesita límites a pesar de que la vida no ha sido justa.
Lo hago porque tiene que haber una línea trazada en lo que es y no es aceptable. Lo hago porque no voy a dejar que le haga daño a sus hermanos, a sí misma, u otros. Lo hago por mis hijos y por todos nuestros niños.
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Una de mis frases favoritas es, “hay dos regalos que debemos dar a nuestros hijos: uno son las raíces y el otro las alas". Como madre, no podría estar más de acuerdo. Nuestros hijos necesitan raíces para crecer y alas para elevarse.
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