14 de Agosto de 2023 | De: DeAnna Medart
Categorías: Apoyo para la familia
¿Alguna vez has tenido una chaqueta que es muy gruesa para el clima, pero que te da mucho frío si te la quitas? ¿O quizá una camisa que te llega demasiado abajo de la cintura o unos zapatos que te aprietan o en los que se te resbala el pie? Aunque estos problemas pueden ser tolerables, la ropa no es del todo cómoda.
Los niños con trastornos del procesamiento pueden sentir este tipo de irritación todos los días. Cuando se enfadan con facilidad, quienes no lo entienden pueden pensar que solo están siendo difíciles. Sin embargo, para ellos, esa camiseta suave que se han puesto tres días esta semana es muy cómoda.
Comprender esta incomodidad y hacer un esfuerzo por adaptarse a ella les hace saber que los comprendes y que estás dispuesto a ayudarlos. Es difícil salir a conquistar el mundo de quinto grado si en lo único que piensas es en cómo te roza el calcetín en la parte superior del pie.
La comida es otro espacio en el que muchos niños con trastornos sensoriales pueden ser especialmente particulares. Por ejemplo, mi hijo rechaza casi todas las verduras, salvo el brócoli o los ejotes servidos en ocasiones. Tampoco come fruta. Fue un día emocionante para nuestra familia cuando añadió el arroz a su menú.
Cuando nuestro hijo tenía cinco años, lo llevamos a terapia de alimentación. En una de sus sesiones, el terapeuta nos ayudó a relativizar sus dudas, incluso su asco, ante algunos alimentos. Nos dijo, “si te presentaran un plato de gusanos, ¿querrías comer?”. Así es como se siente él cuando intentamos que coma algo que tiene una textura o un olor “inadecuados”.
Debo recordar que mi hijo no me está haciendo pasar un mal rato. Es él quien lo está pasando mal. Si puedo encontrarme con él donde él está, respetando sus diferencias lo mejor posible, tendremos un día más feliz. Uno lleno de más paz que si insisto en que se ponga esa camiseta tan mona que le regalaron en Navidad u otras prendas de ropa que él pensaba que quería, pero que simplemente “¡no se sienten bien, mamá!”.
Lo entiendo. Yo tampoco quiero llevar zapatos apretados ni comer gusanos, hijo. Busquemos otra cosa. Poniendo las cosas en perspectiva, ¿a quién le importa si se pone lo mismo todos los días? ¿A quién le importa si cree que solo hay un tipo de cereal para desayunar? Hay cosas más importantes que hacer allá afuera.
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