19 de Agosto de 2022 | De: DeAnna Medart
Categorías: Apoyo para la familia
Mi hijo tiene ahora 10 años. A veces, puede comer más cosas que nunca en su vida. Pero si la ansiedad lo domina, olvídalo. Volvemos a las mismas tres o cuatro cosas con las que se siente cómodo comiendo.
Todavía se niega a comer cualquier verdura, excepto a veces el brócoli. Las frutas, al igual que la mayoría de las verduras, están prohibidas. Aunque no come naranjas, bebe jugo de naranja, pero tiene que ser 100% natural, nada de jugos falsos. Si soy súper honesta, desde el punto de vista nutricional, su dieta podría ser mejor.
Admito que comemos mucho fuera. La vida es muy ajetreada con un trabajo de tiempo completo. Nos acabamos de mudar y, francamente, a veces es difícil decidir qué comer al final de un largo día. Sé que ir al autoservicio siempre será bien recibido por mi hijo. No se opondrá a comer y tendrá algo de comida en su organismo. Todavía tenemos el reto de la ducha y la cama por delante casi todas las noches.
La mayoría de las mañanas come algo en casa. Pero si ve algo que le gusta en la escuela, también comerá allí.
Me cansé de empaquetar estos estupendos almuerzos para él, para que las comidas vuelvan a casa y se tiren a la basura. Así que, en lugar de traer el almuerzo de casa, lo recibe en la escuela la mayor parte del tiempo. Me imagino que al menos está expuesto a diferentes alimentos.
A veces, quiere hacer su comida. No trato de mejorar la comida, aunque no esté totalmente equilibrada. Simplemente lo felicito por su independencia a la hora de preparársela.
Cuando era un niño de preescolar, trabajamos en terapia de alimentación con una terapeuta ocupacional que dijo que su caso era uno de los más difíciles que había visto. Se negaba a comer si decidía que era algo que “no era sabroso” para él. Decía sobre los licuados: “eso no es sabroso para mí”, y se negaba a tomarlos, aunque los hubiera hecho él y conociera todos los ingredientes.
La frase, “déjalo, no se va a morir de hambre”, no era cierta para este pequeño. Sigue siento un reto conseguir que coma. Como padres, tenemos que elegir nuestras batallas. Algunos días tengo mucha energía para animarlo a probar nuevos alimentos y otros días, no. Dar de comer a un niño de 10 años muy quisquilloso puede ser a veces una tarea agotadora, así que no siempre pongo mi alma en eso.
Quiero lo mejor para mi hijo y, a veces, eso significa tomar la decisión consciente de dejarlo comer lo que le resulte cómodo, en lugar de presionarlo para que pruebe algo nuevo.
Encuentra más información en la página Problemas para comer.
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