¡Yo (no) renuncio!

Estoy cansada, exhausta, drenada, fatigada, sobrecargada, desgastada, consumida y abrumada. La lista puede continuar, pero en resumen, ¡renuncio! Las citas del doctor, las terapias, las reuniones escolares y las interminables llamadas telefónicas – además de intentar trabajar, mantener a una familia, mantener el hogar y hacer que el matrimonio funcione –simplemente es demasiado.

Por un momento me encuentro pensando ir en automóvil conduciendo hasta una playa en algún lugar lejos del caos que llamo vida. El sonido de la secadora rápidamente me trae a la realidad. No me puedo rendir porque tengo cuatro niños maravillosos que necesitan a su madre.   

Todos tenemos esos días en los cuales hemos alcanzado nuestro limite – sin embargo, de alguna manera manejamos el seguir adelante. Esos momentos en que la visita al doctor no sale como esperamos y encontramos nuestro auto con una llanta sin aire. Los días en que nos levantamos tarde, dejamos caer el celular en el inodoro y casi quemamos la casa porque olvidamos en la estufa la olla del agua hirviendo. O cuando nuestros niños están teniendo un mal día y el sufrimiento de lo que la vida debió haber sido.

¡Queremos tirar la toalla, gritar que es demasiado y que la vida es injusta! ¿Por qué mi hijo y mi familia tienen que atravesar por esto?

Pero una cosa que la vida me ha enseñado es que el rendirse o el darse por vencido no es una opción.

Por más que me gustaría presentar mi renuncia, sé que la realidad es que me secaré las lágrimas, respiraré profundo y seguiré adelante. Sabes lo que tienes que hacer, ¿cuándo la vida no está de tu lado? Haz como dice Dory en la película “Encontrando a Nemo” en su famosa cita “Simplemente sigue nadando…sigue nadando, solo sigue nadando”.

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