9 de Abril de 2019 | De: Cindi Paschall
Categorías: Apoyo para la familia, Transición a la edad adulta
¿Qué es la inclusión?
Cuando le hago la pregunta a cinco niños, recibo cinco respuestas diferentes. Pero el significado general era el mismo. Básicamente describieron que la inclusión era ser parte de algo. Cuando les pregunté cómo les hacía sentir ser incluidos, mencionaron las palabras, feliz, amados, amigos y pertenencia. Una niña dijo “me hace sonreír”.
Les pregunté a estos cinco niños si en alguna ocasión los habían dejado fuera o excluidos de algo. Todos respondieron que sí.
Así que les dije que me platicaran como se sintieron cuando los excluyeron. Sus respuestas eran más rápidas de lo que podía escribir. Las palabras que más resaltaron fueron tristeza, enojo, sentirse como un ser raro, y soledad. Uno dijo “a mí me hizo llorar.”
Las respuestas no me sorprendieron. En mi vida había habido ocasiones en las que me incluyeron y otras en las que me excluyeron. Yo sabía lo que se sentía. Pero para muchas personas con discapacidades la exclusión en lugar de la inclusión todavía es una opción a considerar. ¿Por qué?
Creo que la inclusión sigue siendo un tema muy controversial por muchas razones. La inclusión reta nuestros valores sociales y de educación. Además, la inclusión en muchas ocasiones requiere que nos salgamos de nuestra zona de confort. También creo que es necesario que la gente vea que sí funciona para que vean que puede ser implementada.
Como mamá, primero me creí la idea de que mi hija necesitaba servicios especializados en un lugar donde hubiera personas con discapacidades, “gente como ella”. Ella necesitaba estar segregada. Yo estaba súper enfocada en su salud y su seguridad. Nunca consideré cómo se sentía o qué era lo que la hacía feliz.
Hacia las cosas por miedo en lugar de hacerlas con una visión del futuro la cual estuviera llena de sueños y esperanzas. Eventualmente eso cambió. Aprendí acerca de la educación inclusive y tomé los pasos necesarios para incluir a mi hija. Estoy muy contenta de haberlo hecho. Eso nos cambió la vida. La inclusión en la escuela ayuda a crear la inclusión en la vida adulta.
Mi hija es ahora un adulto. Trabaja medio tiempo y le pagan arriba del salario mínimo. Participa activamente en la comunidad. Es voluntaria dos veces por semana en el banco de comida. Va a hacer ejercicio en un gimnasio local. Tiene amigos con y sin discapacidades. Participa en eventos comunitarios –pintura, teatro, clubs locales, etc. Además, aboga intensamente a favor de los derechos de las personas con discapacidad.
Y si le preguntas, te dirá: “tengo una buena vida”
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Una de mis frases favoritas es, “hay dos regalos que debemos dar a nuestros hijos: uno son las raíces y el otro las alas". Como madre, no podría estar más de acuerdo. Nuestros hijos necesitan raíces para crecer y alas para elevarse.
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