Felicidad

Mi hijo ve arte en el mundo real. Ha desarrollado una técnica de pintura en aerosol que convierte cosas ordinarias en obras de arte funcional. Su bicicleta, su patineta, las patas de su escritorio y otros objetos llevan la marca del artista que lleva dentro. 

Su humor seco y sus observaciones sobre el mundo a menudo nos tienen atacados de la risa. Sus palabras inesperadas, “Mamá, te amo”, en un momento de silencio nos unen en un lazo inquebrantable. Aun en sus momentos más difíciles, sé por qué estoy aquí y por qué él está aquí. 

Si no hubiera tenido el honor de ser elegida como su mamá, no conocería el mundo del patinaje en tabla. Sí, es toda una cultura y un deporte completo. Le va muy bien practicarlo porque él es el responsable de su propio desempeño. Le permite pasar tiempo con otros pero también estar por su cuenta. No hay perdedores y no hay ganadores. 

Ser su mamá significa que he expandido mis creencias y mi zona de confort. Me he dado cuenta de que algunos de mis “absolutos” en realidad no lo son. He encontrado paz interior al abstenerme de hacer juicios. También he descubierto que unos dientes sin lavar no son el fin del mundo. Y que la ropa no siempre tiene que combinar, ¡ni siquiera tiene que estar totalmente limpia para decir que estamos vestidos! 

Una de las cosas que nunca esperé fue los amigos que he hecho y la gente que he conocido a través de mi hijo. Estos son amigos de verdad y para toda la vida que me entienden porque han tenido un camino similar al mío. 

¡He conocido a maestros que podrían ser santos! He conocido a otras mamás que me han mostrado su bondad y su amor cuando pensaba que no podía dar un paso más en este camino. 

Pero, sobre todo, he descubierto mi propia fuerza y el amor que vive dentro de mí, y que puedo ofrecerme a mí misma y a otros sin esperar nada a cambio. Es un amor que no tiene límites. Ser la mamá de mi hijo es la verdadera felicidad de mi vida y nunca lo daré por sentado. 

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