La vida no tiene que ser perfecta para ser hermosa

Cuando recibimos el diagnóstico de nuestra hija recuerdo haberle dicho a mi esposo, “Podemos hacer esto, ella está viva.” No sabía cómo sería todo “esto” ninguno de los dos lo sabía. Pero no importaba. Sabíamos que disfrutaríamos cada momento, que haríamos lo mejor que pudiéramos todos los días. Y eso es lo que hacemos.

Aprendimos a ver más allá de las opiniones y predicciones profesionales. Esto lo tomamos muy enserio sobre todo cuando usan términos como “no se puede” o “no lo hará” o “nunca pasará.” Cuando veíamos que estas predicciones eran incorrectas, teníamos una razón para celebrar.

Aceptamos cualquier reto ya sea que se trate de resolver algún problema o de tomar algún riesgo. Le damos la bienvenida y tomamos ventaja de todas las oportunidades para pasar de lo imposible a lo posible. Con el apoyo correcto y poniéndose expectativas altas, todo es posible.

Celebramos cada momento, cada actividad y todas las vacaciones que no sean interrumpidas por las convulsiones. Esto nos da alegría. Y si nuestros planes son interrumpidos, lo aceptamos con gusto.

No tiene sentido enojarse de cosas que están fuera de nuestro control.

Aceptamos el crecimiento personal y la abogacía como una parte natural de la vida. La ignorancia no es la felicidad. Nos gusta vivir sin las restricciones típicas del estatus quo. Estamos creando un camino positivo en nuestra vida, definido por nosotros y no por lo que el sistema requiere.

Así que si, la vida puede ser hermosa sin necesidad de que sea perfecta.

La perfección no tiene error. En la perfección no hay oportunidad de crecimiento. La vida tiene su forma de enseñarnos como abrir nuestras alas y salirnos de nuestra zona de confort. Y ahí ese donde está la belleza y las imperfecciones.

Criar a niños con discapacidad trae consigo retos y alegrías. Encuentra el camino de tu familia.