18 de Enero de 2017 | De: Sharon Brown
Categorías: Apoyo para la familia
Cuando las personas deciden formar una familia, tienen tantas emociones y decisiones que tomar para su futuro. Todos tenemos grandes visiones y sueños de cómo será y muchos de nosotros comenzamos a planear el futuro del niño incluso antes de la concepción. Hacemos planes mentales de la escuela, la universidad, el éxito profesional y personal.
¿Qué sucede cuando esos sueños no son una realidad?
Mi embarazo no tuvo complicaciones. No podría sentirme mejor y después de 9 meses, el cuarto del bebé estaba terminado y él ya estaba en casa. Toda mi vida, quise ser madre. Había planeado los niños y mi propia familia durante un largo tiempo. Los primeros años parecían pasar sin dificultad. Estaba alcanzando todas las etapas del desarrollo temprano e incluso algunos antes de lo esperado.
Decidimos utilizar un currículo de educación en el hogar en los años preescolares y tuvimos muchos viajes de campo. Las cosas salieron bien y ambos estuvimos aprendiendo mucho, sobre todo explorando y jugando. Entrar al kínder fue un ajuste para todos nosotros, pero parecía hacerlo sin mayores preocupaciones.
Luego vino el primer grado y me di cuenta de que no estaba leyendo al mismo nivel que sus compañeros. Comenzó a batallar con la escritura y la ortografía y me recordó a mi primo que tiene dislexia. Solicité una reunión en la escuela para hacerle una prueba de dislexia, pero cuando llegué sentí que me golpearon la cabeza con un ladrillo.
La maestra tenía sus propias preocupaciones y me dijo: "Creo que podemos estar lidiando con algo más que dislexia. Necesita pruebas para todos los retrasos cognitivos. "Al oír esas palabras, sentí que no podía respirar. ¿Cómo podía estar pasando esto? No había nada malo con mi hijo. ¡Él sencillamente tiene una “pequeña” dislexia! No pude aceptar nada más.
Lo que necesitaba era tiempo para superar la conmoción, pensar, procesar y llorar la pena. Todos estos sentimientos son normales. Permítete pasar por ellos y experimentarlos ya que es un proceso de duelo. Necesitaba hacer todas esas cosas.
La buena noticia es que me tomé ese tiempo. Me hundí y salí del otro lado como un naugrago. Entonces pude pensar más claramente. Y me di cuenta de que esto se trataba de conseguirlo que mi hijo necesitaba para aprender, crecer y alcanzar su potencial.
Recordé que teníamos opciones y que la escuela estaba allí para ayudarnos y, sobretodo, que mi hijo era el mismo muchacho que siempre había sido. Con la diferencia de que ahora él recibe la ayuda que necesita para aprender y crecer. Y yo soy una mamá más fuerte.
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