20 de Julio de 2018 | De: Jennifer Jordan
Categorías: Apoyo para la familia
Hace unos años estaba manejando para llevar a mi hijo a su terapia. La tarjeta con símbolo de estacionamiento accesible que colgaba en mi espejo me llamó la atención. Volteé y vi hacia el suelo, por cierto, muy desordenado y lleno de basura en mi camioneta accesible para silla de ruedas.
¿Cómo pasó esto?
El sueño de mi carro era una linda y espaciosa minivan que tuviera más portavasos de los que pudiera usar. Pero la tuve que vender por esta camioneta accesible para silla de ruedas.
Recuerdo esas noches cuando me podía quedar despierta hasta pasada la media noche porque sabía que el próximo día podría descansar. O si tenía que ir al trabajo podía sufrir durante el día sabiendo que me esperaría mi sillón tan pronto llegara a mi casa.
Pero ahora cuando estoy despierta después de media noche no es nada divertido. Es porque me estoy preparando para una junta de ARD. O estoy investigando acerca de un nuevo tratamiento. O estoy aprendiendo acerca de tecnología nueva que pueda ayudar a mi hijo.
¿En qué momento me convertí en la ama de casa que no tiene tiempo para nada? Ni siquiera tengo tiempo de limpiar mi casa o lavar la ropa. Parece que no puedo disminuir la velocidad y simplemente ser yo. Siempre hay algo que hacer. Siempre tengo que estar en algún lugar.
Siempre estoy pensando cómo puedo mejorar la vida de mi hijo. Quiero que experimente la vida en su totalidad. Quiero que sea incluido en la escuela. Quiero que sea parte de la comunidad.
Las cosas rara vez salen como uno las planea. A medida que han pasado los años he aprendido a esperar lo inesperado. No hago muchos planes. En lugar de eso solo dejo que las cosas sucedan. Algunas veces es más fácil de esa manera.
He aprendido que lo que es normal para nosotros es muy diferente para otras personas. También he aprendido que eso está bien. Sin embargo, una simple tarjeta con el simbolo de estacionamiento accesible es un vistazo a mi vida y a lo diferente que jamás me imaginé que iba a ser.
Después veo otra vez al espejo y veo a mi hijo sonriéndome. En ese momento me doy cuenta que las cosas son tan y como deberían ser.
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