16 de Mayo de 2016 | De: Una mamá
Categorías: Apoyo para la familia, La educación y las escuelas, Transición a la edad adulta
Cuando mi hijo John cumplió 17 años, fue obvio que iba a necesitar ayuda manejando su vida al ser adulto. John tiene varias discapacidades, tanto físicas como intelectuales. Sus reuniones del Proceso de admisión, evaluación y salida de la escuela (ARD por sus siglas en inglés) tomaban varias horas, ya que había que repasar todos los servicios que estaban incluidos en su Programa de educación individualizada (IEP). Él participó en todas esas reuniones, sin embargo no estaba listo para manejar todos los servicios que le correspondían, ni su vida de adulto. Así que cuando empezamos a hablar sobre la planificación de su plan de transición, la escuela mencionó que debíamos considerar el proceso de tutela.
En ese entonces no había opciones legales a partir de los 18 años de edad para implementar un “Acuerdo Para Tomar Decisiones con Apoyo”. No estoy segura que tener varios poderes hubiese sido algo que funcionara par él puesto que no estamos completamente seguros si entiende el significado de un acuerdo legal.
Pero no hacer nada, tampoco era una opción que lo protegiera, así que el padre de John y yo decidimos que él necesitaba estar bajo la tutela de alguien.
Cuando empezamos el proceso de la tutela, tomamos en consideración aquellas cosas en las que pensamos necesitaría ayuda y en las que él podría manejar por sí mismo. Sabía que era esencial tener a alguien que se encargara de hablar a nombre de John con los médicos y las compañías de seguros. Yo también pensaba que no sería capaz de tomar decisiones sobre su educación. Y sabía que teníamos que considerar lo que sucedería en el futuro y tomar algunas decisiones sobre su situación de vivienda una vez que se graduara de la escuela. Pero también queríamos que tuviera el mayor poder de decisión posible de acuerdo a su capacidad.
Así que decidimos pedirle a los juzgados que nos otorgaran la tutela de John en tres áreas: vivienda, educación y decisiones médicas.
También teníamos que decidir quién sería el tutor de John. Su padre y yo no podíamos compartir la tutela puesto que estamos divorciados. Decidir quién se encargaría entre su padre y yo, fue una decisión difícil.
Acordamos que el padre de John solicitaría la tutela cuando cumpliera 18 años de edad. En ese entonces John y su padre vivían en la misma ciudad. Además su padre es muy capaz y pensé que sería algo que beneficiaría la relación entre los dos. Para mí fue difícil tomar esa decisión, pero estaba pensando en el bien de John y confiaba en que su padre me mantendría al día de la situación.
El padre de John contrató a un abogado especializado en tutela para que completara la solicitud y trabajara con los tribunales. El proceso tomó 4 meses.
Desde antes de empezar el proceso de la tutela, hablamos con John sobre ésta ampliamente. Le explicamos que al tener un tutor, siempre tendría a alguien que velara por él, algo que realmente deseaba.
También hablamos con él sobre el abogado ad litem. Este es el abogado que la corte asigna para representar a la persona que estará bajo tutela. El abogado ad litem entrevistó a John 3 veces, repasó su historial médico y habló con el personal de su escuela. Las preguntas que le hizo a John fueron para asegurarse que John deseaba que se implementara la tutela. Me alegró ver que éste abogado tomó muy en serio su trabajo. La corte basa su decisión en gran parte en las recomendaciones del tutor ad litem.
A pesar que pedir a la corte que asigne un tutor para nuestro hijo fue difícil emocionalmente, la audiencia de John fue una experiencia positiva. El juez estuvo de acuerdo con todo lo incluía la petición.
Cuando John cumplió 21 años de edad, se graduó de la escuela. Sabíamos que John continuaría necesitando apoyo. En esa época yo vivía en la misma ciudad que John y su padre. Así que decidimos que era momento para que yo me encargara de la tutela de John e iniciamos el proceso de nuevo para que yo substituyera a su padre como la persona responsable.
El que John esté bajo tutela parcial ha funcionado muy bien para todos. Él aún puede tomar decisiones, como elegir a sus compañeros de casa, si desea o no seguir con sus estudios y qué tipo de empleo desea tener. Y a pesar que no tengo la tutela financiera, en lo que se refiere a cuestiones económicas, a él no le interesa administrarlas. Así que hablé con el banco, y en colaboración con éste manejo sus finanzas sin ningún problema.
Completar el proceso de tutelaje toma tiempo y recursos. Cada año un investigador de la corte lo visita para asegurarse que está recibiendo el cuidado debido. Cada año completo el reporte correspondiente y lo envío al juzgado. Me encanta hacerlo porque incluyo fotos de él que muestran cuán contento está.
John ahora tiene 27 años, vive con compañeros de casa y yo administro esa casa. Le gusta el hecho que ahora yo soy la tutora, y saber que estoy pendiente de él. Y duermo más tranquila en las noches sabiendo que implementé las herramientas legales necesarias para cuidar de él.
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