23 de Junio de 2015 | De: S. Champagne
Categorías: Apoyo para la familia
El 28 de agosto de 2005, mi familia tuvo que hacer algo que nunca antes había hecho, evacuar debido a la llegada de un huracán. Cuando empezaron a dar las advertencias sobre Katrina, mi esposo y yo empacamos para evacuar con nuestros dos hijos los cuales padecen de trastornos dentro del espectro autista. Todos nos subimos al auto para viajar tierra adentro, lejos de la zona costera que estaba en peligro.
Mi esposo y yo sabíamos que nuestros hijos no iban a tolerar estar en el auto parados en el embotellamiento, pero tampoco queríamos quedarnos atascados en donde llegara la tormenta, así que partimos antes que fuera el turno de nuestro vecindario de evacuar. Salimos a la 1:00 a.m. y tomamos turnos al volante a lo largo de muchas calles que estaban vacías mientras nos dirigíamos a casa de mi hermano que vive en el norte de Luisiana. (Mis hijos no duermen mucho, así que estaban adormecidos pero iban bien).
En ese momento empecé a aprender acerca de estar preparada. Repentinamente mi hijo menor de 7 años de edad decidió que quería ir a explorar. Es algo que hacen los niños autistas cuando están en un lugar nuevo. A pesar de que había 11 adultos en la casa de mi hermano, él se escabulló mientras me estaba tomando una siesta y nadie se dio cuenta que se había salido de la casa. Unos 20 minutos más tarde un policía lo vio caminando en una calle principal y le preguntó quién era y dónde se estaba quedando.
Hasta en las mejores circunstancias, a mi hijo se le hubiera hecho difícil darle la información al policía. Además acababa de llegar a un lugar nuevo y nuestros teléfonos celulares no estaban funcionando. Muchas de las torres de transmisión de celulares en Nuevo Orleans se cayeron debido a la tormenta. En lugar de su nombre, mi hijo le dijo al policía un nombre nuevo, que acababa de inventar, y le dijo que iba hacia el zoológico.
Afortunadamente el agente de policía decidió darse la vuelta por el vecindario que estaba más cerca, vio la puerta de la cochera de casa de mi hermano abierta y llena de juguetes de niños y preguntó si alguien conocía a mi hijo. Después de que pasó eso, en cada ocasión en la que teníamos que evacuar, escribía sus nombres y un número de teléfono local en sus brazos con un plumón permanente (y cubría lo que había escrito con vendaje en líquido impermeable para mayor protección) en caso que otra vez quedáramos separados.
Después de la primera evacuación regresamos a nuestra casa para encontrar más sorpresas. Al hablar con unos amigos descubrí por qué es buena idea llevarte a tus mascotas cuando tienes que evacuar (quizás con la excepción de los peces). Una familia que conocemos tenía una víbora de mascota y la abuelita la encontró arrastrándose por la casa cuando intentaba ayudar con la limpieza. Lo que descubrí más tarde, es que en la mayoría de los albergues aceptan animales de servicio y otras mascotas.
También he escuchado las historias de personas que llegaron a los albergues y no traían consigo suficiente medicamento o las botellitas donde vienen guardadas. Había personas que ni siquiera sabían el nombre del medicamento que estaban tomando o para qué servía. Los albergues sólo podían ayudarlos a conseguir más medicamento si era que tenían las etiquetas. Es muy difícil encontrar las píldoras correspondientes en un libro de referencia médico. Por lo tanto, he aprendido lo importante que es llevar las etiquetas de los medicamentos recetados y otros suministros, junto con las tarjetas del seguro de mi hijo, la libreta de cuidados y su acta de nacimiento. Este sitio del internet tiene una página sobre cómo organizar los expedientes médicos que te ayudará a preparar la libreta de cuidados para que tenga todo lo que necesitas.
Tan sólo a los tres días de haber regresado de la evacuación por Katrina, dieron una alerta de huracán nuevamente. Teníamos que salir otra vez porque venía en camino Rita. Esta vez, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA por sus siglas en inglés) nos ofreció dinero para que nos alojáramos en un hotel. Eso es lo que hicimos y tratamos de que fuera la experiencia más divertida para nuestros hijos. Empacamos sus libros de la escuela, sus almohadas y otras cosas favoritas. Todo esto a la larga resultó ser una buena decisión porque cuando regresamos a casa descubrimos que nuestra casa había quedado tan dañada, que tuvimos que vivir en un tráiler de FEMA.
En el 2008, 3 años más tarde, pusimos en práctica todas estas lecciones cuando evacuamos a Memphis para evitar al huracán Gustav. Mis hijos se divirtieron mucho explorando esta nueva ciudad, se mantuvieron al corriente con sus tareas y yo lleve casi todo lo que necesitábamos.
A pesar que para entonces éramos prácticamente unos expertos en evacuaciones, mi esposo y yo decidimos que era muy difícil para toda la familia vivir bajo el pendiente constante de tener que evacuar. Mis hijos estaban creciendo y yo estaba preocupada sobre tener que enseñarles la manera de evacuar por sí mismos. Decidimos mudarnos a un lugar en Texas lejos de la costa donde hay menos probabilidad de que tengamos huracanes u evacuaciones. Pero yo sigo teniendo al día mis preparativos para casos de emergencia y sigo pendiente de las condiciones del estado del tiempo.
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