18 de Abril de 2018 | De: Marty Barnes
Categorías: Apoyo para la familia
Los cumpleaños eran muy simbólicos en nuestro hogar.
No solo Casey cumplía un año más, sino que también había desafiado las posibilidades de estar aquí. Cada año decíamos que haríamos algo más sencillo, nada grande o elaborado. Pero siempre terminábamos haciéndolo. El cumpleaños de Casey era un gran acontecimiento cada año.
En el 2016, estaba haciendo los preparativos para su cumpleaños número 10. Era fan de Elvis y estaba pasando por esa etapa en la que solo quería estar con sus amigas.
Era la niña de papá. En cuanto lo escuchaba entrar o lo veía a su lado su cara se iluminaba. Decidimos que para su cumpleaños número 10 haríamos un baile de papás e hijas. Tocaríamos mucha música de Elvis y alguna otra canción de rock n roll aprobada por Casey.
Habíamos ordenado un Elvis de tamaño real de cartón. Nos divertimos mucho poniéndolo en diferentes partes de la casa y asustándonos entre nosotros y a las enfermeras. Decoramos calcetines con notas musicales y otras figuras para dárselos a sus amiguitas.
Cada año con Casey, sabíamos que podía ser el último. A medida que crecía su salud se iba para abajo con más rapidez, sabíamos que su tiempo era limitado. Llegar a los 10 era algo grandioso. De alguna manera sabía muy dentro de mí que había muchas posibilidades de que no celebráramos sus 11 años juntos.
El 10 de marzo del 2016, Casey dio su último suspiro. Hubiera cumplido 10 años el 23 de abril. Doblamos la figura de Elvis y está bajo la cama desde entonces. También guardamos todas las otras decoraciones. Estaba tan cerca. Cuando las personas me preguntan cuántos años tenía, mi respuesta es 10. Ya sé que técnicamente no cumplió los 10 pero ella se ganó ese último décimo año.
Ese primer 23 de abril sus amigos y nosotros soltamos globos al cielo para celebrar con Casey. Seguiremos celebrándola cada año todo el tiempo que lo pueda seguir haciendo.
Puede ser que físicamente no este aquí para celebrar con nosotros, pero se merece una celebración en su honor.
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Una de mis frases favoritas es, “hay dos regalos que debemos dar a nuestros hijos: uno son las raíces y el otro las alas". Como madre, no podría estar más de acuerdo. Nuestros hijos necesitan raíces para crecer y alas para elevarse.
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