11 de Abril de 2018 | De: Leslie Curtis
Categorías: Apoyo para la familia
Somos bien bendecidos de tener dos hijos. Nuestro hijo mayor está a punto de cumplir 21 años. Nuestro hijo menor tiene 15 y tiene el diagnóstico de autismo, epilepsia y otros problemas de salud.
Durante mi embarazo con mi hijo mayor tuve una piedra en el riñón y estaba entrando y saliendo del hospital continuamente. Nuestro hijo nació prematuro y habría apostado que este bebé tendría muchas discapacidades. Pero por la gracia de Dios, él no solamente era nuestro hijo saludable, sino también nuestro estudiante de honor e “Eagle Scout”. Él ha sido excelente en todo lo que ha intentado. El niño ha hecho de todo y nosotros hemos estado ahí para todo.
Mi embarazo con nuestro hijo menor fue casi la imagen perfecta. Pero estamos aquí con un joven de 15 años que aún no ha aprendido a ir al baño y será dependiente de nosotros por siempre.
Como madre, he seguido creyendo que vamos a superar esto, que vamos a sobreponernos, que podemos sobrepasarlo. La realidad lentamente se establece, hay solo algunas cosas que son un hecho para nuestra familia.
El autismo no se irá a ninguna parte ni tampoco la epilepsia.
A medida que nuestro hijo mayor completa sus últimos años de preparatoria, fue un momento agridulce saber que no lo volveria a ver marchar en el espectáculo de medio tiempo, sino que nunca tendríamos la oportunidad de ver a su hermano en un evento como este. Es terrible decir que lamentas la pérdida de el niño “normal” y las cosas “normales”.
Estoy triste de ir a los eventos de pre kinder de mi sobrina, sabiendo lo mucho que daría por haber visto a mi hijo participar. Me lamento cuando veo a mi sobrino participar de las carreras de derby de su grupo de “Boy Scout”, estoy triste cuando camino por el pasillo de la escuela secundaria de mi hijo hacia su salón de educación especial y veo todos los casilleros y sé que mi hijo no tiene idea cómo funcionan y para que otros niños los usan.
Con todo esto dicho, sí, me entristece la pérdida de lo que pude haber tenido. Pero también sé lo que tengo y es un niño que me ha enseñado más acerca del amor incondicional que lo que cualquier otro ser humano jamás podría en este planeta.
El amor incondicional supera la pérdida cualquier día de la semana.
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