June 13, 2015 | De: Randall Alexander
Categorías: Apoyo para la familia
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Me llamo Randall y tengo 30 años. Will, mi hermano mayor, nació con varios trastornos mentales graves. Así que no habla, no lee ni escribe, pero si entiende casi todo lo que le dices. Ahora que mi hermano y yo somos mayores, nos llevamos bien, somos buenos amigos. Pero cuando éramos niños, no nos llevamos para nada. A pesar que lo quería como hermano, a veces me caía mal.
En aquél entonces hubo varias ocasiones en que sentí que la vida me había engañado, que no me había dado lo que me correspondía, un hermano normal. Envidiaba a los otros niños porque hablaban, jugaban videojuegos y brincaban en el trampolín con sus hermanos. Además los niños que no siempre se llevaban con sus hermanos, se peleaban con ellos y se gritaban entre sí. Sabía que los pleitos entre hermanos eran algo normal. Pero al menos los hermanos de los otros niños podían gritarles con palabras, a mí ni siquiera me tocaba eso.
Preparar a mi hermano en las mañanas para ir a la escuela era una tarea monumental que requería toda la atención de mis papás. A veces Randall no podía vestirse ni cepillarse los dientes por sí mismo. Así que a mí me tocaba toda la responsabilidad de prepararme solo en la mañana para ir a la escuela. Me levantaba solo, me preparaba mi propio desayuno y empacaba mi lonchera. Nadie lo sabía, pero en la escuela me daban mucha envidia los niños que a la hora del lunch abrían sus loncheras sin saber que encontrarían dentro de ella. Yo solo deseaba poder algún día quedar sorprendido al ver lo que alguien más me había preparado, lo que esa persona había empacado en mi lonchera para comer.
Claro que nuestros padres hicieron todo lo posible por darnos a nosotros, sus hijos, la misma atención. Pero no siempre podían hacerlo, ya que era un hecho que Will requería muchos más cuidados físicos y atención que yo. Por lo tanto yo necesitaba cuidarme solo.
Desde que era niño, tuve que valerme por mi mismo en muchas ocasiones, lo cual en sí tuvo sus ventajas. Aprendí a hacer huevos revueltos, hot cakes, sándwiches y otros bocados sencillos muy bien. Cuando estuve en los Boy Scouts y me encargaron que hiciera el desayuno cuando estábamos acampando, el resto de los niños me miraban asombrados cuando veían como rompía una docena de huevos con una sola mano sin reventar las yemas o dejar caer pedazos de cáscara en el sartén. Pero me sorprendía ver que algo tan simple los tenía boquiabiertos. (“¿Qué, a poco tú no sabes cómo hacerlo?”) Me sucedió lo mismo cuando viví en un dormitorio en la universidad y conocí a mucha gente que no tenía ni idea de cómo lavar su propia ropa.
¿Por qué me llevo mucho mejor con mi hermano ahora que ya no somos niños? Pues es que han cambiado muchas cosas. Primero claro, yo crecí. De niño la situación me daba mucha envidia. Sentía que yo era la víctima, me sentía engañado al tener un hermano diferente. En cierto momento durante mi adolescencia cambie de perspectiva, pude ver a mi hermano de una manera diferente y empecé a tenerle más paciencia y apreciarlo más.
Mi hermano también ha cambiado mucho desde que éramos niños. En aquel entonces tenía problemas de comportamiento y hacía muchos berrinches, pero de repente su comportamiento mejoró mucho cuando le cambiamos el medicamento que tomaba para evitar las convulsiones. Resulta que los medicamentos que tomó durante la mayor parte de su niñez y la adolescencia lo hacían sentirse de la patada. No nos dimos cuenta que estos medicamentos lo afectaban, sino hasta mucho después cuando el médico cambió su medicamento y le empezó a recetar uno nuevo que tiene menos efectos secundarios. Después de eso mi hermano se convirtió en una persona mucho más alegre y amistosa.
Además, seguramente también ayudó mucho el hecho que mi hermano y yo nos mudamos fuera de la casa de nuestros padres, así que no teníamos que vernos ni estar juntos todos los días.
Ahora Randall y yo somos buenos amigos y nos gusta pasarla juntos. Nos gusta salir a comer y al cine, o simplemente tirarnos en el sofá en la casa de nuestros papás y ver videos musicales. La verdad que mi hermano me cae bien, me gusta el hecho que es muy directo y que siempre les dé a entender a todos exactamente cómo se siente. Tiene buen sentido del humor y una risa contagiosa. Además que siempre me recuerda que hay que tomar las cosas con calma y disfrutar las cosas simples de la vida.
No me siento capaz de darle consejos a nadie, ya que cada familia es diferente. Sólo puedo decirles que para mí, convivir con mi hermano fue difícil. Pero por otro lado, criarme con él me ayudó a aprender destrezas muy útiles, tanto prácticas como emocionales. A pesar que antes me enojaba y me sentía frustrado con él muy a menudo, siempre he querido mucho a mi hermano.
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