February 12, 2019 | De: Anonymous
Categorías: Apoyo para la familia
Después de haber sido mamá adoptiva cuatro veces, me di cuenta que mis puntos más débiles era donde mis hijos me ponían mas presión. Y con un hijo que tiene trastorno reactivo de la vinculación RAD, sabes que encontrará ese punto débil y lo estará presionando hasta que haya una reacción.
Hace unos años atrás, por la seguridad de nuestros otros hijos, tuvimos que tomar una decisión muy dolorosa. Decidimos encontrar una vivienda alternativa para uno de ellos. Y luego otra vez, con una de nuestras hijas, la cual lo pedía a gritos. A ella le fue muy bien en su nueva vivienda, hasta cierto punto. Luego pidió regresar a casa.
Siendo una mamá con mis propios problemas y una necesidad de sentirme necesitada, le seguí el juego inmediatamente. Así que sintiéndome optimista por los cambios que había visto en ella, hace unos meses atrás decidimos traerla a casa. Al principio las cosas parecían ideales. Demasiado ideales. Los que tengan niños pequeños lo entenderán. Es como cuando los niños están muy callados y sabes que algo indebido está pasando.
Bueno, después de un tiempo, activó todos mis puntos débiles: “No quiero estar contigo” “Nunca te quise como mamá” “Nunca te pedí que me adoptaras”. ¡Esta última siempre me hace reír, puesto que “en realidad si me pediste, específicamente que fuera tu mamá!” Pero todas esas ideas me llegan hasta el corazón.
¿Cómo nos defendemos de estos ataques verbales como padres? Para mi hablar con mi hija mayor hace que ponga todo en perspectiva. Me recuerda todas las veces que he estado en la misma situación. Y cuantas veces lo he sobrevivido. Y cuantas veces esta niña sigue regresando a mí. Esta niña está sufriendo y se desquita conmigo.
Y para una niña como ella, a quien le cuesta tanto trabajo aceptar tener un vínculo, el no poder hacer lo que quiera o no tener control sobre nada, la hace sentir que está en una situación de vida o muerte. Esto no era una cosa menor. Había un riesgo enorme del cual sería el resultado; iba hacia la guerra.
Yo no tengo las respuestas. No sé cuánto tiempo estará con nosotros en esta ocasión. En unos cuantos meses cumplirá 18 años. Y ninguno de nosotros está listo. Tengo esperanzas en que ninguno de estos pleitos termine en que se vaya de la casa y tome una mala decisión con efectos permanentes. Todo esto es parte del camino que tomamos cuando decidimos amar a niños que vienen de lugares difíciles. También nos hace darnos cuenta que tenemos que trabajar en nosotros mismos.
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