1 de Abril de 2018 | De: Kelly Mastin
Categorías: Transición a la edad adulta
Para permitir que mi hija saliera sola con sus amigos o en una cita, primero tuvimos que alinear ciertas cosas para apóyala. Ella no lee bien, así que escoger algo de un menú es un reto para ella. También se le complica sumar y restar, así que a la hora de pagar la cuenta el calcular la propina se le complicaría. También tiene problemas con los movimientos de motores finos –para cortar sus alimentos necesita un cuchillo especial.
Pero para mi hija el salir sola con sus amigos es algo muy importante y estaba realmente esperando con ansias ir a su cita –así que nos pusimos a trabajar.
Entre ella y yo encontramos el nombre del restaurant. Visitamos el sitio web del restaurant, leímos el menú y discutimos las opciones. Consideramos si podría cortar la comida del platillo principal. Escogió algo y practicó como ordenar. Lo escribimos en una tarjeta y lo pusimos en su bolsa. Le recordé que le podía decir a la mesera lo que quería ordenar o podía enseñarle la tarjeta –algunas veces las meseras batallan para entender lo que está diciendo.
Sacamos la cuenta de lo que costaría su cena y pusimos la cantidad exacta de dinero en un clip, después lo guardamos en su cartera. Después le dimos un vistazo a la tarjeta de propinas que siempre lleva en su bolso. La tarjeta tiene una gráfica que le muestra cuanto tiene que dejar de propina según lo que pague en su cena. Hablamos de cuanto debería de dejar de propina y escribimos la cantidad en otra tarjeta para que la tuviera de referencia.
Con todos estos apoyos, nos aseguramos de que se la pasaría muy bien. Y así fue. Estoy segura que le fue muy bien en su cena sin ningún pormenor.
Sin embargo, la tarde le tenía una sorpresa guardada a mi hija y a su acompañante. Después de su cena, su acompañante pidió la cuenta. Cuando el mesero regresó, en lugar de la cuenta les trajo el postre. El mesero les explico que alguien que estaba cenando cerca de ellos les había pagado la cuenta y que además les había incluido el postre. Ellos por supuesto estaban fascinados con la cena y el postre gratis.
Yo también estaba muy emocionada. Me sentí más entusiasmada de saber que alguien había notado a dos adultos jóvenes que requerían un poco más de atención. Probablemente notaron sus esfuerzos y sus retos pero apreciaron también su independencia y determinación. Y como resultado, estuvieron lo suficientemente cerca para pagarles su cuenta, no solo para animarlos si no para bendecirlos.
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