23 de Junio de 2018 | De: Melissa Morphis
Categorías: Transición a la edad adulta
El ser madre de un niño con discapacidad me ha hecho buena para manejarme bien dentro de los conflictos. Muy muy buena.
De hecho, olvida eso. No es que me gusten los conflictos. Más bien me he dado cuenta que no me preocupa las consecuencias de confrontar a la gente, especialmente cuando las cosas no salen como tú quieres. Ya no tengo ningún problema con eso.
Esta habilidad me ha servido mucho siendo madre de Dominic. La he usado en la escuela, en los IEPs y en las conversaciones con el director de educación especial del distrito. La he usado en el centro de terapias y con los doctores. No me importa que no estemos de acuerdo y tampoco me importa cambiar mi forma de pensar acerca de ciertas cosas. Pero si creo que algo está mal, lo voy a decir y voy a tratar por todas las formas de las cosas marchen a mi favor.
¿Lo más extraño de todo? ¡Es terapéutico para mí!
Muchas veces me pongo a pensar en que tengo muy poco control sobre las cosas a las que mi hijo se puede llegar a enfrentar. No puedo controlar lo que le pasa mientras está en la escuela. No puedo controlar que su doctor vea el potencial que tiene en lugar de que vea sus limitaciones. Y esas cosas me molestan mucho. Así que cuando puedo ejercer mi influencia en la junta de IEP o le puedo exigir al doctor que firme papeles, los cuales debieron de estar firmados semanas atrás, es saludable para mí. Es una gran válvula de escape.
Uno de los consejos que les doy a los padres nuevos de niños con discapacidades es: Ármate de valor y desarrolla tu iniciativa. No solo por el beneficio de tu hijo sino también por el tuyo.
Los temas de discusión, raramente son personales. Pero al mismo tiempo cuando se trata de mi hijo se vuelven profundamente personales. Ese balance entre lo personal y lo impersonal establece la oportunidad en la cual hasta los temas más pequeños me brindan la oportunidad de defender a mi hijo.
No le temas al conflicto. Aprovéchalo. Ahora forma parte de tu vida y el que tengas la habilidad de manejarlo de una forma exitosa hará una gran diferencia en la vida de tu hijo. Pero más que aceptarlo, aprende a disfrutarlo. Es una forma productiva de desahogarnos de frustraciones mayores a las cuales te enfrentaras.
Tener temple no es algo malo. Mi hijo me hizo crecer como persona. Yo lo amo por eso.
Aprende más acerca de cómo abogar por su hijo en este enlace.
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