June 14, 2015 | De: Ashley Sanchez
Categorías: Transición a la edad adulta
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El orientador laboral de Cristina en la preparatoria estaba muy emocionado porque acababa de conseguirle a Cristina su primer “trabajo pagado”. Todos sus compañeros sabían que tener un “trabajo pagado” era lo máximo.
Nuestra hija Cristina tiene síndrome de Down. Tanto mi esposo como yo siempre la hemos apoyado al tratarse de conseguir empleo, sin embargo al principio éste no nos agradó. Supuestamente debía de empezar a trabajar durante las vacaciones de Navidad, y eso significaba que la familia tenía que cambiar sus planes de fin de año. Además el trabajo era los viernes y sábados en la mañana por sólo 3 horas, o sea un total de 6 horas a la semana.
Los sábados eran días muy agitados para nosotros, y llevar y traer a Cristina al trabajo, sería un poco problemático. Además si trabajaba los sábados no iba a poder ir a los juegos de voleibol y fútbol de sus hermanas. Así que decidimos preguntarle a Luby´s si de casualidad podía trabajar otro día que no fuera sábado, pero no había otro turno. Dijeron que si no podía trabajar los sábados, entonces que sólo trabajara los viernes.
Yo creo que por respeto al orientador de la escuela que estaba muy emocionado, y que además nos dijo que le beneficiaría mucho, decidimos aceptar que trabajara los dos días. No fue sino hasta después de varios meses que me di cuenta que el orientador tenía toda la razón.
Ese trabajito que yo veía de mala gana resultó tener un gran significado para Cristina. Yo por mi parte me sentía frustrada al ver que estaba “atorada” trabajando en la industria del servicio de comida. Pero a ella le encantaba tener un trabajo en el que sentía que era capaz, que le pagaba un salario y que la hacía sentir como una persona realmente responsable, uniformada y puntual.
Durante el año escolar, la escuela le proporcionó transporte al trabajo los viernes. Pero nosotros la teníamos que llevar los sábados, durante las vacaciones de verano y en los días que no había clases. Por suerte el restaurante Luby’s la dejó faltar unos días para que participara en las Olimpiadas Especiales y para que pudiera cumplir con unos compromisos familiares. Aún con los días libres que se tomó, Cristina acabó ganando cerca de $1,800 dólares anuales con sólo trabajar 6 horas a la semana.
Además ese trabajo la ayudó a conseguir otro en Taco Bell, donde trabajaba 5 horas sólo un día a la semana. En Luby’s Cristina trabajaba en la lavandería, lavando servilletas y delantales y en Taco Bell lavaba las ollas y los sartenes grandes a mano. Estos dos trabajos la ayudaron a crecer y tener mucha más seguridad en sí misma.
Ya tenía tiempo que Cristina quería mudarse de la casa y nosotros le habíamos advertido que iba a tener que trabajar muchas horas cuando viviera sola para pagar sus gastos. Su empleo le daba mucha satisfacción, en parte porque el trabajo la estaba ayudando a lograr sus metas a largo plazo. Mientras que por otro lado, le satisfacía saber que estaba haciendo una actividad de adultos, estaba trabajando y ganando un sueldo.
Conforme se acercaba la fecha de la mudanza, empezamos a buscar un trabajo que estuviera más cerca de su departamento. El Departamento de servicios auxiliares y de rehabilitación de Texas (DARS por sus siglas en inglés) nos ayudó y Cristina empezó a trabajar tiempo completo en un centro de vida asistida.
No hubiera podido conseguir ese trabajo si no fuera por la experiencia que adquirió en los trabajos anteriores, además gracias a ellos podía comprobar que había sido una empleada confiable en Luby´s por 3 años. Cristina estaba familiarizada con sus deberes en su nuevo trabajo y se sentía cómoda haciéndolos ya que eran en “servicios de comida". Por otro lado, este trabajo también me tranquilizó a mí, pues era como un trabajo de oficina ya que tenía horas fijas, cosa nada fácil de conseguir en la industria restaurantera.
A Cristina le encantan los deportes y a través de los años, cuando le preguntaban qué trabajo quería hacer, siempre dijo que su sueño era ser una entrenadora de básquetbol en la NBA. Claro, nos podíamos haber esperado a que consiguiera el trabajo que más se asemejaba a sus sueños, pero si lo hubiéramos hecho aún estaríamos esperando.
En lugar de esperar, aceptamos que trabajara en algo cómodo para ella que le diera la satisfacción de hacerlo bien. Además de que ha podido ganar lo suficiente para poder vivir en un departamento con una compañera de casa. En resumidas cuentas, ella misma se abrió la puerta a su futuro.
¿Y su sueño?, pues Cristina ha estado participando en el programa de porristas de su preparatoria. Después de graduarse regresó a trabajar de voluntaria. Es la asistente de la entrenadora de porristas, así que su sueño de ser entrenadora se ha vuelto realidad. Esto combinado con lo que ha aprendido en el trabajo la han ayudado a desarrollar sus habilidades de liderazgo, las cuales han florecido.
Gracias a que tiene un trabajo que le paga, Cristina puede probar otras cosas que le interesan o dedicarse a sus pasatiempos. Cada día tiene un propósito. En la Universidad de Texas tienen un programa muy innovador que ofrece clases para adultos con discapacidad intelectual. Es uno de sus cursos de Educación Informal. A Cristina le fascinan esas clases y también asiste a un club de libros. Además participa en básquetbol y fútbol en las Olimpiadas Especiales. Las otras actividades que le gustan son tejer gorras y bufandas, y por supuesto, es entrenadora asistente de porristas.
El primer trabajo pagado de Cristina le ayudó a preparar su camino hacia una vida muy buena.
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