May 31, 2022 | De: Adriana Valadez
Categorías: Transición a la edad adulta
Le pregunté a una de mis hijas “¿Por qué trabajas?” Ella es un año menor que mi hija que tiene una discapacidad intelectual y del desarrollo. Me respondió “¡Por el dinero!” Aunque este sentimiento lo tenemos muchos de nosotros, para mi hija con discapacidad, tener un empleo adquiere un significado diferente al de sus hermanas. En su caso, consideramos como empleo hacer trabajo de voluntaria y hacer visitas de aprendizaje a lugares de trabajo, aunque no siempre reciba una remuneración por su tiempo.
Uno de los empleos de mi hija fue como voluntaria en un refugio de animales local. En el proceso de elegir dónde sería voluntaria, ella participó activamente al tomar la decisión sobre dónde ofrecería su tiempo. El refugio fue un ambiente ideal debido a su amor por los animales, en particular por los perros.
Trabajar ahí le dio un sentimiento de orgullo y le ayudó emocionalmente. Cuidar a los perros le sirvió para calmar una necesidad emocional. Además de satisfacer sus gustos e intereses, adquirió valiosas habilidades para el trabajo durante su voluntariado, como aprender la importancia de la puntualidad.
Gracias al apoyo de su equipo de la preparatoria, mi hija pudo realizar visitas de aprendizaje a lugares de trabajo. Estas visitas ofrecen a los estudiantes la experiencia de trabajar en un ambiente educativo. Junto a sus compañeros, trabajó en la cocina de un hotel. En el mismo tipo de entorno, trabajó en una lavandería. Aunque estos trabajos no hubieran sido de su elección, estas oportunidades le dieron un sentido profundo de autoestima. ¡Se sentía importante! También aprendió a cooperar dentro de un equipo más numeroso.
Con el apoyo de algunos miembros del equipo escolar, obtuvo su primera oportunidad de trabajo pagado en una pizzería local. Su maestra conocía a los dueños y estos gustosamente la invitaron a unirse al equipo. Sin embargo, no tardó en ser despedida.
No entraré en detalles, pero tuvo que ver con su falta de ciertas habilidades sociales y límites personales. Mi hija quedó destrozada, y sinceramente yo también. Pero de esa experiencia aprendimos muchas cosas sobre el tipo de lugar de trabajo que ella necesitaba para lograr el éxito. Aprendimos que necesitaba un ambiente laboral pequeño y sin muchas distracciones, un trabajo en donde pudiera tomar más descansos, y unos compañeros que pudieran darse el tiempo de ayudarla a desarrollar las habilidades sociales que muchos damos por sentadas.
Mi hija siempre había expresado su deseo de trabajar en la industria alimentaria. Con el apoyo del especialista en empleo de la escuela y del orientador vocacional, consiguió un empleo en una cadena de comida rápida. Trabajó allí por cinco años. Ese empleo duró porque encontramos un lugar que quería tenerla ahí. Crearon un puesto para ella y le dieron el apoyo que necesitaba para triunfar.
Su lugar de trabajo no estaba lejos de nuestra casa, y usaba el transporte público para ir al trabajo y regresar a casa. Una vez que se graduó y ya no podía obtener el apoyo de la escuela, obtuvo apoyo para el trabajo a través de la Comisión de la Fuerza Laboral de Texas.
Nuestros hijos con discapacidades tienen muchos de los mismos deseos que cualquier niño o joven. Quieren formar parte de algo, contribuir a la sociedad, tener un sentido de independencia, hacer amistades, y por supuesto, ganar dinero.
Todos estos son beneficios significativos que mi hija adquirió durante sus años de trabajo como voluntaria, sus visitas de aprendizaje y su empleo remunerado. Encuentra más información sobre las opciones de empleo para jóvenes adultos.
“Vivir una vida con sentido” significa algo diferente para cada persona. ¡Ayudemos a que la vida de nuestros hijos sea asombrosa!
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