8 de Julio de 2018 | De: DeAnna Medart
Categorías: Diagnóstico y el cuidado de la salud
“¡Uyyyyy!” dijo la estilista, “Si, son liendres.”
Por poco y grito, “¡Rápale la cabeza!”
“Lo siento señora pero no podemos tocarlo. Lo tiene que hacer usted sola. Lo único que puedo hacer es venderle por $45 estos productos que no sirven para nada. ¿Es esto una broma?
Está bien, no dijo exactamente eso, pero eso fue lo que yo escuche. Tomé de la mano a mi hijo infestado y nos fuimos a Walgreens. De seguro tenían algún químico para sacar de la preciosa y dulce cabeza de mi hijo a estos visitantes.
“Le puedo ayudar?” la empleada me pregunto dulcemente.
“¿Bueno pues, (aclarando la garganta), en donde encuentro un tratamiento para piojos?”
De verdad, ¿se dio un paso para atrás? Sí, si dio un paso atrás. “Bueno eso debe de estar en la fila trasera de la tienda” Hasta atrás, lejos de mí. ¿Y podría la otra cajera cobrarte?
Mi hijo y yo empezamos a caminar avergonzados hacia atrás de la tienda para averiguar cuál veneno compraríamos. Todas las cajas básicamente decían –puede ser que no funcione, aun si le incendia el pelo o haga brujería. Compre los químicos necesarios y nos fuimos a casa.
Abrí la caja y mi hijo ya sospechaba. “¿Me vas a lavar el cabello?”
“Si.”
“¿Con eso? ¡Huele a gas mami!”
No pude negar eso. Si olía así. En esos momentos pensé si la cura con queroseno que usaba mi bisabuelo para cualquier malestar se había hecho popular.
Ahora, ¿cómo voy hacer esto? No quiero que se meta a la tina y que esto le caiga en todo el cuerpo. Así que le dije que se sentara en la orilla y se respaldara un poco.
“¡aaaaaaah nooooooo, déjame!” empezó a gritar.
Si no nos habían mandado a CPS antes, de seguro que los vecinos lo harían esa noche por tortura infantil. Seguro los vecinos estaban escuchando todo.
“Mi amor, está bien. Te prometo que te voy a quitar esto muy rápido.” Le mentí calmadamente.
Lo sequé, lo llevé a la cama y le puse un programa para niños. Agarre una lámpara, gel para el pelo y un cepillo para piojos.
Si los vecinos pensaron antes que lo estaba torturando, ahora deben de estar pensando que lo estoy matando.
“¡Hijo, por favor! Tenemos que hacer esto para que esas liendres no se conviertan en piojos y se te llene la cabeza de animales”
“A mí me gustan los insectos! ¡Déjalos ahí! Deja de jalarme el pelo. ¡No, no me toques!” mi niño gritaba.
“Por favor para ya! ¡Tengo que hacer esto! ¡No voy a tener piojos en mi casa!” le dije de una forma terapéutica.
Repetimos el proceso en la mañana y en la tarde, solo que esta vez con el kit de $45 que me vendió la estilista y el cual contenía el peine llamado Terminator. Lo repetimos por muchos días. Todavía lo sigo haciendo, pero solo una vez al día. A lo mejor hasta que cumpla 18 años.
Cuando lo pienso, después de hacer limpieza/exorcismo necesarios, cuando algo tan vil entra a mi casa, me di cuenta que era como una tortura para él. Él tiene SPD, trastorno del proceso sensorial. Aun cuando busca estímulos sensoriales algunas veces también los evita. Especialmente cualquier cosa que tenga que ver con su cabello. Se queja aun cuando lo peine con el cepillo más suave. Lavar, peinar o cortarle el pelo es muy difícil.
Por un momento consideré aceptar nuestro destino y empecé a ponerle nombre a los piojos. ¿Brincador? ¿Comezón? ¿Mordedor?
Hay muchos niños que tienen SPD. No estás sola.
Cepillarle los dientes a tu hijo desde una edad temprana puede mantenerlo saludable y con dientes fuertes. Los niños con discapacidades a menudo necesitan ayuda adicional con la higiene bucal.
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Las decisiones de atención médica deben basarse en las necesidades de los pacientes, no en su edad. Los pacientes pediátricos son tratados en función de su tamaño. La dosis correcta de un medicamento se determina usando su altura y peso. El equipo está dimensionado para su seguridad y comodidad.
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